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¡Qué inventen ellos!

Con esta máxima, Miguel de Unamuno hacia referencia a su sentimiento antieuropeo en una carta escrita a Ortega y Gasset en 1906; y que  se ha convertido en un estereotipo nacional de la innovación. O más bien, de la falta de una cultura innovadora.

Para entender el concepto de cultura innovadora, debemos entender primero el de Ecosistema social. Un ecosistema está constituido por elementos que se relacionan entre sí, de tal manera que los cambios que se producen en uno, afectan a todos los elementos. Según la teoría del Ecosistema Social, éste se conforma  por cuatro elementos: el medio ambiente, la población, la organización social y la tecnología. (Díez Nicolás, 2004).

Las sociedades hemos basado nuestra supervivencia en la trasmisión de la cultura, entendiendo como cultura no material (sistemas de valores, creencias, etc.) y como cultura material (la tecnología o cualquier manifestación del conocimiento.) (Díez Nicolás, 2004) De este factor cultural, depende nuestra necesidad de futuro compartido.

Los cambios sociales, políticos y económicos que la sociedad demanda, consecuencia de una crisis que abarca a todo y a todos, reclama de los ciudadanos una visión de futuro consensuado y desarrollado de manera colectiva al que hasta ahora no nos hemos enfrentado, quizás debido a nuestra inmadurez democrática. Esta nueva realidad exige un compromiso de todos, un conocimiento exhaustivo del entorno y un análisis de nuestras debilidades y fortalezas que nos permita adquirir una visión estratégica integrada (en todos los ámbitos: desde la política a la economía)

En el contexto actual, se está imponiendo una nueva forma de abordar la innovación, más horizontal y abierta; más proactiva y estratégica; más integradora y participativa. (Bas, 2014) Y para que cualquier ecosistema social, ya sea una empresa o un Estado, pueda adaptarse y sobrevivir, su visión de futuro debe ser consensuada y compartida por todos los individuos, diseñada desde la propia comunidad e implementada de forma coordinada por todas las instituciones y departamentos que la componen.

La ausencia de una cultura innovadora en España no es algo nuevo, tal y como evidencia las palabras de Unamuno. Se trata de un mal endémico que ha condicionado nuestro futuro como país y que nos impide alcanzar las cuotas de bienestar y de desarrollo que deberíamos. Si a esta carencia endémica, le añadimos la ausencia de una revolución industrial, las carencias de un tejido empresarial basado en la estructura familiar (salvo honrosas excepciones), la inmadurez democrática que nos impide ver más allá de derecha/izquierda, la penalización al trabajo y al esfuerzo, propia de los países del mediterráneo, y un aislamiento intencionado de nuestro sistema educativo que choca con la realidad empresarial; ya tenemos todos los ingredientes para empezar a comprender porqué estamos como estamos, sumidos en una cultura reactiva, carente de anticipación e innovación que se extiende a todas las instituciones, empresas y ciudadanos.

Un hecho que evidencia esa falta de cultura innovadora, es el diseño de los “espacios innovadores” ya sean de ámbito público o privado. La mayoría de nuestros parques científicos/tecnológicos se conciben como viveros donde se dota de un espacio a un proyecto que se genera fuera del parque y que solo comparten gastos y recursos pero no información ni trabajo. Son espacios donde se gestiona la innovación, pero no se cultiva una cultura innovadora. Muy alejados de los ecosistemas de innovación como son Silicon Valley (Stanford University) o Aalto Campus (Aalto University) diseñadas como comunidades abiertas, sostenibles, centradas en el individuo con una capacidad creativa focalizada en la resolución de problemas reales de los mercados o la administración pública. (Bas, 2014)

Estos centros, conforman un verdadero ecosistema innovador, formado por empresas, universidades y sobretodo estudiantes, que generan ideas desde la filosofía del Bottom Up, donde todos reman en la misma dirección y  se comparte información, recursos o incluso actividades de ocio.

Mientras que en España, no exijamos a nuestros dirigentes apostar, de forma consensuada y a largo plazo, por una cultura de la innovación desarrollada en las escuelas desde las primeras etapas de la educación, continuaremos relegados a un segundo plano al grito de ¡qué inventen ellos!, en una sociedad cada vez más competitiva e interconectada.

 

(BAS, E. (2014). Educar para innovar: La innovación como cultura. Juventud, proactividad, creatividad, participación y visión de futuro compartida, Revista de Estudios de Juventud, marzo 2014, nº 104, Madrid.

DÍEZ NICOLÁS, J. (2004). El dilema de la supervivencia. Los españoles ante el medio ambiente, Caja Madrid, Madrid.

Francisco Gras

Francisco Gras

Director en innovación y planner estratégico

Alicante, España

2964

04:44

Rocío García Ramos

Rocío García Ramos

CEO de Dinngo. Fundadora de Design Thinking en Español.

Sevilla, España

Muchas gracias por el artículo. Estoy completamente de acuerdo con tu reflexión con respecto a la limitada cultura innovadora de España. Pero soy optimista. Estoy segura de que ya estamos experimentando un cambio. Estoy deseando que nos regales más artículos de esta calidad. ¡Buena semana!

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